Capítulos 10 y 11


CAPITULO 10 - LA RUEDA DE LA FORTUNA



Cortó con Smith, se bañó con agua bien fría para atenuar los efectos del alcohol y tomó una aspirina y un taxi para ir con el resto de los policías. En el departamento donde asesinaron a las dos personas había nuevas claves difíciles de descifrar para los efectivos policiales pero al finalizar la jornada se darían cuenta que ya no daban más vueltas en círculo, de a poco podrían llegar al asesino, solo necesitaban algo que aún no habían tenido: un poco de suerte.

El comisario no se puso muy contento al ver a Sherlock Morales, no autorizó a Smith a que le cuente pero como “dos cabezas piensan más que una” y sabiendo los logros que consiguió el detective en casos anteriores lo dejó ingresar al departamento. Todo el sexto piso estaba tomado por policías ya que una de las víctimas apenas había entrado a su casa. Recibieron la llamada de la mujer de al lado que entró en shock al ver a Marina, la hija de Christian Juárez, asesinada. Mitad del cuerpo estaba en el pasillo del edificio y el resto en su departamento.

Christian era un abogado conocido entre sus colegas por su fama de corrupto y su ambición desmedida. Era viudo y vivía con su hija que cursaba el último año de la escuela. Lo primero que notaron fue que tanto el padre como la hija fueron asesinados de maneras muy distintas, Marina no era presa del asesino pero había llegado en mal momento. La balanza representaba el equilibrio, la justicia. Su víctima estaba vinculada con la ley y los bombones que habían desconcertado en su momento al detective no referían a una persona gorda sino a la forma en que el abogado sería asesinado.

El distinguido hombre era un aficionado de los buenos chocolates y todos los meses le llegaban a su domicilio unos exquisitos bombones L´Amandine que solo se consiguen en México. Detestaba que su hija se los comiese y que sus conocidos hablaran maravillas de chocolates que compraban en los kioscos, decía que se trataban de “grasa con sabor a chocolate”. Nunca imaginó que esos costosos bombones lo llevarían a la muerte.

El asesino se las había ingeniado para envenenar su último pedido y entrar al departamento. Fue la única muerte en la que no sangró la víctima pero, sin embargo, la sangre se hizo notar.

Por la forma violenta en la que asesinaron a Marina, los investigadores  supusieron que la chica había llegado temprano de la escuela e interrumpido el accionar del asesino, quien dejó clavado en su cuello un cuchillo que cortó no solo su arteria carótida, sino también su vena yugular provocando la muerte en unos segundos. Un gran charco de sangre rodeaba el cuerpo en el piso y la llave seguía en la puerta, no había tenido tiempo de nada. Para sorpresa de los policías en el apuro en el que seguramente se fue, el asesino olvidó llevarse un pequeño detalle que no sabían si oscurecería o aclararía el caso.

El abogado estaba en el piso desnudo con cara de haber agonizado los últimos minutos, con sus manos en el cuello como si se le hubiese cortado la respiración, y a su lado un pequeño frasco de vidrio contenía sangre con la que el Tatuador alcanzó a dibujar un 4 invertido en el pecho y a empapar un libro de autoayuda. ¿Sería esa sangre de su hija? La respuesta era no. Además de buscar infructuosamente huellas dactilares en el cuchillo que acabó con la vida de la joven, Morales envió a analizar una muestra del frasco y de Marina. Indicó también que se compararan con la sangre de los anteriores asesinados. El recipiente estaba limpio por fuera y dudaba que el asesino se hubiera tomado el tiempo para recoger prolijamente la sangre de la muchacha sabiendo que cualquiera de los vecinos lo podría ver.

El detective comenzó con sus dolores de cabeza, era mucha información que no podía procesar y aún no estaba lo suficientemente sobrio. Se repetía el mismo ciclo, un número en el cuerpo y ahora un libro lo llenaban de dudas. Cuando se acercó a Smith lo vio muy concentrado en un cuadro del departamento del abogado, una imagen que dijo no recordar de donde la conocía pero a los instantes vino a su mente y le pidió ir rápidamente a visitar a alguien que los podría ayudar.

Morales, que cuando se dejó llevar por su intuición no llegó a ninguna parte, siguió a Smith hasta su auto sin decir nada. A pesar de sus esfuerzos estaba detenido en la investigación, sabía que las malas rachas no duran para siempre y confiaba en que su ayudante lo llevaría a buen puerto.





CAPITULO 11 - LA FUERZA



La impaciencia hacía que marchen en el auto en silencio. Morales movía las piernas como manera de calmar sus nervios, Smith manejaba ya que sólo él sabía a dónde se dirigían. Uno de los semáforos marcó el rojo, el detective no se resistió y preguntó a quién visitarían. Su ayudante no le contestó directamente su pregunta, sabía que no estaría de acuerdo y, por tal razón, prefirió empezar a contarle los motivos de la visita a su tía.

“Antes de entrar a trabajar en la comisaría, mucho tiempo antes de ser tu ayudante, porque empecé haciendo cafés y sacando fotocopias de expedientes antes de tu llegada, era empleado en la fábrica de hierro, la de los hermanos Herber, esa que está por la calle Libertad. Terminó todo mal con ellos. Producto de las pesadas piezas que realizábamos tuve una hernia de disco. Estuve muy mal, casi sin poder moverme del extremo dolor que hasta me hacía llorar… los dueños de la fábrica se borraron del mapa, no quisieron reconocer los gastos de la operación y la posterior recuperación. Luego de rehabilitarme, no del todo, por eso ahora me cuesta correr con normalidad, el día que volví a trabajar me despidieron con la excusa de que en mi ausencia habían contratado a otro empleado y que le era más productivo que yo.”

Smith veía que Morales fruncía el ceño y estaba cada vez más molesto, seguramente no le importaba nada su historia con los hermanos Herber pero debía contársela. Prosiguió.

“Fue entonces cuando caí en una especie de depresión. Mi familia me contuvo muchísimo y me bancaron el tratamiento psicológico. Te preguntarás a qué quiero llegar con todo esto y no voy a dar más vueltas, ya casi llegamos. Recién cuando estábamos en el departamento del abogado, cerca del mueble donde guardaba prolijamente sus libros de derecho, vi un cuadro muy característico para ellos, en el que se puede apreciar una mujer con los ojos vendados, sosteniendo en una de sus manos la balanza y en la otra una espada. La venda simboliza la imparcialidad, la igualdad con la que todos son tratados frente a ella, la justicia. Esa imagen me hizo acordar a mi tía que una mañana me impulsó a que les hiciera juicio a los hermanos Herber. Me dijo que lo ganaría, así fue, y me mostró la imagen que salió cuando me tiraba las cartas. Era idéntica al cuadro que vi hace un rato, por eso creo que ella nos podrá ayudar. Tenemos que tener fe, es la última que nos queda.”

Morales no sabía si reír o mandar al diablo a su ayudante. Se tomó unos segundos en silencio, la frase de Smith hizo que de todos modos aceptará ir. Había perdido mucho tiempo investigando sin ganar nada así que perder unos minutos más con esta mujer no modificaría sustancialmente la investigación. Estaba muy errado.

El viaje se hizo eterno, llegaron los dos apresurados, como fieras en busca de alimentos. Pero toda desesperación, apuro o deseo interior por obtener respuestas tuvieron que bajar de nivel al encontrarse con la elegante y respetuosa tía de Smith. Tocaron timbre en la antigua casa y la vieron salir.

Morales recordó su rostro, era Leonora, la mujer que una mañana en el bar le advirtió que se aleje del caso en que estaba abocado. Creyó que se trataba de una simple coincidencia. Entraron en su casa y tomaron asiento, la mujer estaba contenta de ver a su sobrino y con su voz dulce y serena calmaba la exaltación que traían los hombres. Sabía que la visitaban por el caso del Tatuador de Sangre, todos en la ciudad conocían las brutalidades del asesino y tomaban precauciones para no ser víctimas de él. Empezó a mover lentamente los labios pero sin emitir sonido, solo un suave susurro. Smith y Morales intuyeron que estaba orando.

Al finalizar su invocación a los seres de luz para que la guíen a ver más allá de sus ojos y ayudar así a su sobrino y al detective, les dijo que no podría, por lo menos por el momento, saber quién es el autor de los crueles asesinatos, pero que lo intentaría y también añadió que necesitaba ver o tocar algún objeto, o foto de los crímenes, para “sentir” algo que sea imperceptible a los ojos de ellos. Smith miró a Sherlock, esta investigación sería extraoficial porque el comisario no estaría a favor de involucrar a una vidente en el caso. Leonora les pidió que vuelvan cuando consigan algún elemento que ellos consideren que sea de ayuda, no le sacaba los ojos de encima al detective. Antes de marcharse así de la nada le dijo que se despreocupe que su mujer volvería a la casa y sentiría la misma felicidad que el día que se conocieron en el cine en el estreno de Titanic. Morales no podía creer cómo sabía acerca del comienzo de su relación con Laura, su esposa.

Los hombres regresaron a la comisaria. Smith distrajo al comisario con preguntas sobre el último asesinato y el tiempo que llevaría analizar la sangre, el detective aprovechaba a ocultar en su portafolio las fotos.

Al cabo de unas horas, otra vez en la casa de Leonora, le mostraron las imágenes en el mismo orden en el que habían encontrado los cuerpos. No necesitó usar su videncia para realizar la primera conjetura. Explicó pausadamente que estaban en lo correcto, el asesino deja pistas sobre su próximo asesinato y agregó que además el Tatuador tiene conocimientos sobre Tarot. Los hombres la escuchaban con atención y en cuanto podían la bombardeaban a preguntas. El sol en el pecho del empresario, la primera víctima anticipaba la muerte del niño porque en varios mazos de Tarot el arcano 19, El Sol, está representado por un chico, montado a caballo, que disfruta del día soleado. El rosario en el pecho del pequeño Joaquín claramente indicaba la muerte de la mujer religiosa y el 5 es la carta de El Sacerdote con lo cual reafirmaba la idea. A su vez, el 8 en el cuerpo de la catequista Julieta es la carta de la Justicia y la última muerte era la del abogado así que siguiendo el razonamiento del descabellado asesino podrían salvar a su próxima víctima, o al menos, acercarse demasiado.

Morales abría grandes los ojos, en un principio no creía en la mujer y ahora estaba sentado tragándose sus palabras y pensamientos. Seguía preguntándole, el abogado tenía el número 4 al revés y un libro de autoayuda, quería saber qué representaba para ella. Leonora trajo un mazo de cartas y buscó el arcano 4, El Emperador. Smith observaba las que ella iba dejando de lado, algunas le causaban temor, pero otras le resultaban agradables. La tarotista les contó el significado del arcano y dados los hechos pensaron que el siguiente ataque sería a un psicólogo por el libro. Supusieron que sería uno de renombre o bastante conocido porque “un emperador avanza y se hace notar en su territorio”.

Leonora observaba con detenimiento la foto del abogado en su mano izquierda y la carta en la derecha, cerró sus ojos y vinieron a su mente imágenes y sensaciones que inmediatamente contó a sus visitantes: le apareció la carta número 12, donde hay un sujeto colgado de un pie, formando justamente un 4 con sus piernas; también sentía que un hombre estaba a horas de ser asesinado.

Esto le provocó un fuerte mareo que hizo que Morales se levantara de la silla para sostenerla, y mientras seguía hablando se escuchó una melodía de Mozart que interrumpió sus palabras. Smith siempre olvidaba poner su celular en silencio y sonaba cuando más ocupados o concentrados estaban. Llamaba el comisario, tenían los resultados de los análisis de sangre encontrados en el departamento del abogado y, como no se podía comunicar con Morales, le avisó a su ayudante que necesitaba hablar con el detective lo más pronto posible en la comisaría.

Los hombres se despidieron con la idea de seguir los nuevos indicios: buscar al psicólogo que podría estar en problemas y al tarotista, profesional o aficionado, autor de las muertes. Le dieron la tarjeta para contactar a Morales y aclararon que volverían y pagarían por su trabajo. Una vez arrancaron en el auto, Leonora cerró la puerta de su casa y tuvo una visión que le provocó un repentino desmayo.




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